“Soy testiga de Jehová y mi religión me prohibe mentir”.

El domingo me la pase mirando películas de Almodóvar. Las viejas, las de la Maura y la Chus. Comiendo tortilla de papas en la cama, con la vida desordenada. Todo se parece un poco a una película de Almodóvar. 

Dice La Agrado en Todo sobre mi Madre, “una es más autentica cuando más se parece a lo que ha soñado de sí misma”. Todo lo que soñé para mi cuando era niña se desvaneció en el tiempo. Y en el camino un poco me perdí, me senté a esperar que la vida suceda. A veces siento que soy la actriz de reparto de mi propia vida, o hasta incluso una espectadora. Durante mucho tiempo me he sentido más una espectadora que una actriz. Y de repente ¡zaz! el universo te sacude y te desordena la vida, muchas veces. Y ahí pasas a primer plano, a ponerle el cuerpo a esa actuación. Porque esa es la actuación que te va a dar el premio de tu carrera. Te convertís un poco en una chica Almodóvar. Dejas las poses simplemente para hacer lo que te sale de coño. Desde el fondo de las entrañas empezas a tener el deseo de buscarte a ti misma, de inventarte un poco a vos misma. Parirte a vos misma, porque eso es algo que solo podemos hacer las mujeres. Parir(nos). 

Todo ese desorden. Todo cambio, todo movimiento, toda ruptura, toda muerte, todo fin siempre, siempre, siempre es una nueva oportunidad. Si no entendemos eso no hemos aprendido nada. Se nos desordeno lo vida para darnos cuenta hacia donde tenemos que ir, pintarnos los labios, clavarnos esos tacones y actuar. Actuar el mejor papel de nuestras vidas. Porque no queda otra.  

A veces somos una chica Almodóvar, buscando ser lo que soñamos de sí mismas. Sobre todo siendo sinceras con nosotras mismas. Porque como dice la Chus “Ya me gustaría a mi mentir, pero eso es lo malo de las testigas, que no podemos, sino aquí iba a esta yo aquí, bah..” 






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