Cuento: Errores

El teléfono sonó varias veces hoy, demasiadas para mi gusto. Pero no tengo fuerzas para atenderlo. No tengo fuerza ni siquiera para levantarme de esta cama. Hoy todo cae sobre mí, la tristeza, la desesperanza, la angustia más infinita, el dolor, la impotencia, amargura, las ganas de no ser más, pero sobre todo las culpa. La culpa que golpea la puerta, la culpa que suena tan fuerte como ese teléfono maldito que no para de sonar.
Basta!!!!!!!!!!!! No entiendes que no te voy a contestar, que no voy a atender ese teléfono!!!!!! Deja de llamarme! Se que te debo explicación pero no hoy, hoy no, no puedo no tengo fuerza para hacerlo. Me dijeron los vecinos que viniste varias veces esta semana, pero yo no estaba. Me escondía en lo de Melisa. Estaba muy mal como para estar sola, sigo mal por eso vino Laura a quedarse conmigo esta noche, que va a ser larga.
Cuál es el próximo paso, como se lo voy a decir a él, como se lo voy a decir a los dos. En definitiva soy la dueña de mis actos, y tengo que ser responsable por ellos. Pero a pesar de la culpa no puedo arrepentirme de ellos. Los actos fueron míos, yo los busque, yo los hice reales, soy su artífice, yo los sentí así y no puedo negarlo. Quizás no fui fuerte, y es por eso que resultaron así. Quizás me rendí al deseo, fui débil, y siempre se paga por eso. Hoy parece ser así.
Cómo explicar mi confusión, cómo explicar que se puede amar de maneras distintas y extrañas a dos hombres. Cómo explicar que no quiero renuncia a ninguno de ellos. Que los quiero a los dos.
Eduardo sabe que todo esta mal ahora, desde que regreso de su viaje de trabajo a Brasil no lo volví a ver, no contesto ni sus llamadas, ni sus mensajes de texto, ni sus mail, que ya son muchos para cuatro días. Estoy segura que tiene ese presentimiento preciso, de que todo esta mal. Por eso insiste, porque quiere respuestas y explicaciones; va a buscarlas hasta que las encuentre. Va a tirar la puerta abajo si es preciso. Pero no puedo atenderlo aun, no puedo ni mirarlo a los ojos, ni siquiera pensar en hacerlo. Se que no puedo encontrar un excusa para darle, no puedo mentirle, y menos sobre esto. Aun si solucionara el problema, cómo podría seguir mi vida junto a él sabiendo todo el tiempo lo que hice.
Eduardo es para mi un amante, un amigo, un compañero, mi confidente, se suponía que tengo un futuro planificado junto a él. De alguna manera ya lo había elegido. A pesar de Matías, yo sabía que mi vida estaba junto a Eduardo. Esto me sorprende, me deja inmóvil.
En cambio, Matías llego a mi tranquilo, sereno, justo como él es. Un hombre sereno, fuerte, capaz, inteligente, él es mucho más realista que Eduardo, menos soñador. Ellos son opuestos, unos idealista el otro objetivo, uno sencillo el otro sofisticado. Matías es sereno, ya lo dije, pero también es capaz de lograr tempestades en segundos, siempre esta mucho más allá de todos, es por eso que admiro. Todo fue tan rápido, la atracción era muy fuerte de controlar, no podía luchar contra esos ojos verdes. Tan verdes que se clavaban en mi con la fuerza de mil cuchillos. No podía para, no podía decirle que no, sabia que lo deseaba tanto. Que lo amaba, claro de una manera diferente de la que amo a Eduardo. Matías trabajaba conmigo en la oficina, pero ya nos conocíamos de antes por la Facultad. También compartía cosas con él, tantas como con Eduardo, pero sabía que Matías podía entenderme mucho más que Eduardo en muchas de ellas.
El teléfono nuevamente, suena tres veces, a la tercera atiendo. “Hola…..Si lo se….Mañana a la tarde, pero no vengas a casa, quiero que nos encontremos en el parque. Por Favor, es importante para mí…Te dije que no puedo hablar ahora, no quiero, no estoy bien. Mañana vas a saber que pasa… Eduardo te conozco lo suficiente como para saber que queres escuchar lo que tengo que decirte, ¡¡basta!!...Mañana”.
Mi cabeza es una montaña rusa, cómo se lo voy a decir, cómo tratar de no lastimar aun más cuando se lo diga, cómo protegerlo. Sabía que Eduardo seguía siendo tan importante en mi vida, y quería cuidarlo de la verdad, no lastimarlo, no herirlo. No quería cometer más errores, si todos los había cometido ya.
Y todo eso ocurrió en un instante, en un segundo, en el tiempo en que dos células se unen para formar otra más compleja llena de existencia. Estoy embarazada. Eso también es algo que le tengo que decir a Matías, para saber que iba a hacer con el niño. Tenerlo o sacarlo de nuestra vida. Nuestras vidas son muy complicadas aun como para tener un niño, nuestras vidas aun necesitaban estar resueltas para poder recibirlo.
Cualquier que sea la respuesta, esa parecía ser el precio. Un hijo que me aleja de Eduardo, que me une a Matías, que viene a mi vida en un momento que no tiene que ser. El precio era perder a Eduardo, el precio de mis errores era ser responsable de mis actos. Ser responsable era elegir abortar o elegir tenerlo a ese niño que en definitiva también sería mi hijo. Mi hijo.
No era solo mi vida, eran más, eran tres más.
Todavía lo tenia a Matías, que me encontró llorando, me abrazo y me llevo a la cama, me recostó y se quedo conmigo hasta que me dormí. Él siempre supo todo.
Son las 5 de la tarde, en media hora tengo que encontrarme con él en media hora. Pero vine al parque más temprano, caminar por el sola, mirar la gente, el cielo, sentarme en uno de los bancos para contemplar el piso, mientras termino de llorar estas ultimas lagrimas que me quedan en el cuerpo, y empezar a vivir otra vida. Y sola camino por el jardín de los senderos que se bifurcan, y a lo lejos veo a Eduardo, justo el final del jardín. Contemplándome, con sus ojos grandes, su mirada sencilla y su belleza infinita que no volveré a ver más. Son solo unas pocas palabras, pero fueron todas las que las lenguas del mundo contienen. Y acá estoy parada frente a los senderos que se bifurca, de frente mirándolo a él, como se aleja de mí.

Comentarios

Anónimo dijo…
Querida amiga virtual, el cuento tiene algunas frases interesantes, pero no siento como en otros textos que escribiste la fuerza y la autenticidad que caracterizan tu escritura. En los textos anteriores veo un río que se desborda, en el cuento encuentro cierta "inseguridad", como si estuviese "muy pensado". Es mi torpe opinión, con cariño y sinceridad. Un abrazo. Roy
Anónimo dijo…
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Anónimo dijo…
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